Tiago Adams: Fiesta De Carnaval
La fiesta dio comienzo. Carla empezó a bailar. Comenzó a mirar, a observar, a imaginar quién se escondÃa detrás de las caretas. Pronto se fijó en una en concreto. Sus partes bajas comenzaron a palpitar. ¿SerÃa Guille? ¿SerÃa uno de sus amigos? El misterio la encendÃa. Los ojos bajo esa máscara negra la miraban con deseo. Ella se mordÃa el labio. El chico misterioso se acercó lentamente. Carla le devoró de arriba a abajo con la mirada. Ãl la cogió por la cintura y empezó a moverse al lento ritmo de la música. Carla sentÃa su cuerpo cerca, también ardÃa. Sus respiraciones se apresuraban. A cada canción que pasaba sus máscaras se acercaban más y más, sus labios podÃan casi tocarse. A los cinco segundos se rozaron. Sus bocas empezaron a entrelazar sus lenguas, a jugar con ellas, a lamer cada centÃmetro. Las manos de él comenzaron a bajar hacia las nalgas de ella. Las manos de ella comenzaron a bajar hacia el pene de él. Antes de que pudieran llegar a meterse mano, el chico misterioso se acercó despacio a la oreja de Carla y susurró: âQuiero comerte, acompáñameâ. El chico misterioso cogió a Carla de la mano y la llevó hacia una habitación. Cerró la puerta y la empujó hacia la cama. Sacó varios pañuelos de su bolsillo y ató sus manos y sus pies a los extremos. Carla estaba ahora inmóvil, pero no le importaba. Su deseo de ser follada por ese hombre enigmático ardÃa dentro de su cuerpo. De pronto notó como se colocaba encima de ella y metÃa sus manos por debajo de su vestido, subiendo hasta sus muslos, agarrando sus braguitas y tirando de ellas hasta arrancárselas. Carla estaba totalmente entregada al placer cuando de repente percibió como el hombre misterioso chupaba sus dedos y los acercaba despacio hacia su clÃtoris. Comenzó a tocarlo moviendo los dedos con destreza. La sensación era de éxtasis total. Y no se iba a quedar ahÃ. Carla vio como el chico misterioso empezaba a desabrocharse el pantalón al mismo tiempo que acercaba su cara hacia sus muslos. Con la lengua empezó a chuparlos lentamente hasta llegar hasta su vulva. Entonces aceleró. Cuando Carla estaba a punto de correrse, él liberó su pene de los calzoncillos y la penetró con fuerza haciendo que Carla llegara al orgasmo en cuestión de minutos.Entonces, el chico enigmático sacó su miembro de la vagina de Carla y comenzó a masturbarse delante de ella mirándola y deleitándose con sus pequeños espasmos y gemidos. A los pocos segundos su semen cayó sobre las sábanas. â¿Y ahora? ¿Me vas a decir quién eres?â, dijo Carla. Ambos se miraron y se quitaron al unÃsono la careta dejando al descubierto sus identidades. Ella Carla. Ãl Guille. Finalmente, ambos habÃan sucumbido al fruto prohibido, aunque sus orgasmos permanecerÃan para siempre bajo el secreto de sus máscaras.
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